jueves, 12 de noviembre de 2009

La amistad traicionada


Uno de los valores con que cuenta el ser humano, sin duda, es la amistad que, según la primera acepción de la Real Academia Española de la Lengua es: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.
Indudablemente en un matrimonio, además de amor, siempre necesario e indispensable, hay grandes dosis de amistad. Pero no es esa amistad la que me lleva hoy a ponerme delante del ordenador, no.
Es la que surge espontáneamente, sin saber cómo y de qué manera y que, sin embargo, se fortalece en ese trato desinteresado de personas que se ven de vez en cuando, de semana en semana o de mes en mes y que se va cultivando sola, la que sin saber cómo y de qué manera se va regando a través de experiencias paralelas vividas y de sentimientos.
Es la amistad sin cortapisa, la que no se ha sustentado a través de la infancia, pues esta dura toda la vida, y sin embargo se comparte como si así hubiese sucedido. Quizá por ser un fruto generacional o quizá por que sí. ¿No sé?
La cosa es que ¡Dios los cría y ellos se juntan!, será eso.
Aunque hay veces que se pone en la amistad, como se suele decir, ¡toda la carne en el asador! y al final terminas quemándote cuando entra el liza el interés personal por encima de ella, cuando, sin saber cómo y de qué manera, la ves traicionada, ficticia y convertida en hostilidad.
Quizá me he puesto delante del ordenador porque estoy dolido, estoy tocado por la traición, quizá ésta, conscientemente se fue acercando sin compunción hasta dañar mis entrañas que yo, insensato, deje llegar.
Soy amante y defensor de la libertad, a la que considero el mayor tesoro que una persona puede tener, y la respeto y la comparto hasta la depauperación pero, enemigo irreconciliable del cinismo, sobre todo, el de el traidor.
Dicen que al buen entendedor, con pocas palabras basta, y espero y deseo que sepa, que los castillos en el aire que fabrica para encandilar, duran lo que duran, no se sustentan por si solos, se marchitarán, más temprano que tarde, y al final verá que dejó de regar la amistad que ya, por mucho que lo intente, no tendrá.

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