
Lo recuerdo con nostalgia, sobre todo porque cuando iba a él, iba cogido de la mano de mi Madre y, otras, de la de mi prima Maricarmen que me daban seguridad. Con mi Madre nunca entre, ella no sobrepasaba la puerta, con mi prima sí.
En España, el acercarse a un cementerio, toda la vida de dios, ha dado respeto, miedo e incluso historias fantasiosas.
Recuerdo, como lo harán los que están cercano a mi edad o la han rebasado, que las gentes se acercaban al campo santo el día de vísperas o mucho antes, con escalera y balde lleno de cal recien apagada, para remozar y escamondar la fachada del nicho o sepultura en cuestión.
Ese día o el mismo de "Tosantos", se llevaban flores y se ponían primorosamente en jarrones, en pretiles al uso. ¿Supongo que en las gentes con cierta edad nada habrá cambiado?
Todo ello en una parafernalia adecuada a la epoca otoñal que en estas latitudes corresponde, vendiendose en la plaza de "Cuatro Vientos" - denominada así por no carecer nunca de corrientes de aíres que, aunque normalmente son de dirección Levante/Poniente, o viceversa, parece que estas acceden a ella, de forma continuada, por los cuatro puntos cardinales -, nueces, madroños, alchofaifas, castañas crudas y asadas, etc.
No se trataba de hacer una fiesta pagana o religiosa, solo se trataba de recordar, al menos, una vez al año, a los seres más queridos fallecidos ya que, por aquel entonces no existía la incineración con lo que, obligatoriamente, se debía dar, según la creencia cristiana, sepultura a estos.
Pero los norteamericanos, que son los mayores exportadores de costumbres, da igual de donde estas procedan, han hecho que en todo el mundo se adopten las que ellos tienen o rememoran incansablemente, año tras año. Será porque conviene a la globalización, sino no me lo explico.
Está bien que recordemos a nuestros fallecidos, sean familia o amigos de la manera que se nos apetezca y que no tenga que ser, por imposición tradicional, en una fecha determinada, pero ahora ya no se llama "Todos los Santos", ahora por imposición U.S.A., se llama Halloween.
Bueno, lo que es de agradecer a toda esta imposición, es que hayamos perdido el miedo a los muertos y sobre todo a los cementerios y que, desenfadadamente en ocasiones disfrazados, nos riamos de esta realidad que, inevitablemente, a todos nos llegará como es la muerte.
Con todo lo expuesto, quiero manifestar mi mayor rechazo a la adopción de tradiciones que nos son ajenas pues, si las nuestras no nos gustan con no celebrarlas nos basta, pero seguro, que en la celebración de Halloween, la demanda de calabaza será importante, la de disfraces también y seguro, seguro que lo que más se demandará será la Coca Cola.
A los que celebren Halloween que les vaya bonito y a los que no, también ¿por qué no?